En octubre del año pasado, el gobierno de Chávez hizo una de esas exhibiciones de conducta dispendiosa por las que ha sido comparado con las cortes de los emperadores africanos. En esa ocasión, el régimen malbarató cientos de miles de dólares en la comitiva que viajaría a Ginebra, Suiza, donde Venezuela participaría, como todos los miembros de la ONU, en el Examen Periódico Universal, EPU, donde se evalúa el comportamiento de los países en materia de derechos humanos.
La delegación venezolana era, naturalmente, la más numerosa del mundo. Integrada por afanosos expertos en turismo revolucionario, que llenaron dos aviones, incluía al canciller y sus decenas de subalternos, la presidente del TSJ, la fiscal, la "defensora del pueblo", varios ministros, montones de viceministros, una ristra de rectores de universidades sin biblioteca, presidentes de institutos "autónomos", el equipo en pleno de Telesur y los 160 músicos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, elenco de artistas para el que fue destinado en exclusiva casi medio millón de dólares. A todo esto debe sumarse el costo de "activar la solidaridad" de los movimientos sociales e intelectuales en nómina para estas actividades.