Finalizaba el 24 de mayo de 2010, cuando mis amigos Miguel, Ernesto, Herman y Juan Carlos fueron detenidos, sin ningún tipo de razón legal que lo justificara. Esa noche, representantes de la Fiscalía General de la República, que supuestamente deben velar por la justa aplicación de la justicia se llevaron por delante las normas constitucionales que deben respetar y, mucho más, defender. Días después, un juez de control les diría a esos fiscales: “ustedes violaron la Constitución al detener a estas cuatro personas, pero tal como ocurre con ustedes, yo también debo seguir unas instrucciones, así que igual quedan detenidos.”
Así, se legalizó una injusticia, acción que se reproducirá en otras instancias y tiempos, hasta llegar al día de hoy, con una decisión aberrante, nefasta y criminal: el Juez 13 de Control, doctor Robinson Vazquez aplica de manera retroactiva una ley penal.
Este Juez violenta así todo el ordenamiento legal vigente al declarar ilegales las operaciones con TICC, procedimientos debidamente apoyados en las leyes y transparentemente autorizados por el Gobierno Nacional. Fue la fórmula que consiguió para impedir la libertad de mis amigos y así implantar la inconstitucionalidad en el fuero judicial. Como abogado diría que quizás no debió haber recibido una instrucción, sino que lo debieron humillar, a tal grado que, no tuvo otra opción que dictar esa decisión. Quizás ese Juez le tocará en el futuro enfrentar su propia sentencia.
Estoy seguro que ninguno de mis cuatro amigos, como padres, como esposos, salieron ese día de sus casas pensando que esa injusticia, desatada en estos últimos años sobre nuestro hermoso territorio venezolano, los abrazaría con sus frías garras, despojándolos de esas pequeñas cosas que nos da la libertad. Con un abrazo macabro, ese 24 de mayo llegaron los sinvergüenzas y abusadores para hacer de la empresa, que ellos construyeron, Econoinvest, leña y, así, llevarse su porción bajo el brazo, sin importar las angustias familiares, las zozobras laborales, los legítimos bienes de los ahorristas y la falta de ingresos seguros y sustentables en el tiempo para más de 500 familias.
Con estas líneas les envío a mis amigos un recuerdo, un abrazo a donde se encuentren, no importándome a qué institución pertenecen los sótanos donde injustamente los tienen retenidos. Quiero decirles que aquí afuera hay gente que sigue creyendo en ustedes, que saben de su inocencia; del sacrificio que significa para Venezuela la destrucción de la empresa que fundaron y desarrollaron, destruyendo, además, nuestro mercado de valores: una empresa con 15 años de experiencia, más años de los que tiene este gobierno, pero sin la prepotencia y desprecio que manifiestan quienes fueron enviados como sus liquidadores.
El lema de Econoinvest fue “Invirtiendo se crece.” Esa idea, estoy seguro, perdurará a pesar de todo. Su objetivo fue certero y correcto: nuestros hijos crecerán como hombres de bien, si sus padres invierten en su educación; los comerciantes crecerán porque invierten en su negocio; los trabajadores crecerán como ciudadanos y tendrán una mejor vida porque invierten en el presente para garantizar el futuro.
En fin, un país que invierte en su gente, crecerá como nación sólida y su Estado será respetado por la comunidad internacional.
Amigos, Miguel, Ernesto, Herman y Juan Carlos, ustedes dieron al país una opción distinta de ahorro a los venezolanos, crearon una plataforma que permitió la verdadera masificación del mercado de valores. Hoy ya no la tenemos, debemos regresar sólo a la banca. Esto, sin mencionar todo el aporte cultural que emprendieron con el mismo empeño en áreas como la literatura, las artes plásticas y la música. La Fundación para la Cultura Urbana que ustedes promovieron será siempre un hito que volveremos a buscar, volveremos a crear, volveremos a seguir.
Creo fervientemente en la justicia, más que en la orgía festiva de la injusticia. Esta última es infiel y golosa, se devora todo, incluso a quien la promueve y ejecuta. La historia de la civilización humana lo ha confirmado.
En la Universidad, el Padre Olaso nos enseñó que la justicia tardía es injusticia, pero la cruda realidad ha demostrado que la justicia tiene sus propios tiempos y, muchas veces, no son los que nosotros queremos imponerle. Pero les aseguro que ella no dejará de vencer a su contraparte. Más allá de ello, sin justicia no podemos sobrevivir como individuos, como nación. Para ustedes, mi palabra de confianza en cuanto a que el camino se endereza. Por sus hijos, por los míos y por el país: sigan en la lucha, aguanten el tiempo que corresponda, pues estoy seguro que tendremos mucho que “Invertir para que nuestro país crezca.”
Caracas, 24 mayo 2011
Ricardo Padrón