viernes, 30 de noviembre de 2012

Ser mejores personas, por Leo Campos


Se pone rojo. No lleva saco. Traga parte del aire que toma antes de responder a las preguntas que le hacen, y después explica, unas veces con más soltura que otras. Parece que se ahoga a sí mismo. Supongo que es una muestra de los nervios que surgen desde la rabia y la vergüenza, porque no he pasado por allí, apenas puedo imaginar lo que significa estar en el banquillo de los acusados.

Cualquiera que haya sido señalado de algo terrible, sabe lo incómodo y doloroso que resulta tratar de defenderse manteniendo la compostura, sin mandar a alguien al carajo, mientras el resto observa con atención en medio de un ambiente tenso.

Este texto no es parte de una investigación periodística, así que no debe verse como una crónica, que no lo es, ni como un reportaje, que menos, sino como el intento de acercarme a un retrato justo: el del momento en que veo a alguien de quien aprendí algunos valores sobre la humildad, el conocimiento y la visión de futuro, una persona que admiro porque me trató desde el principio con respeto por el trabajo que yo hacía o podía hacer, sin necesidad de que nos pareciéramos; no un amigo, sino una idea ambigua que poco a poco comenzaba a formarse a partir de la confianza y el juego, la mayoría de las veces vinculada a la creación; un banquero con clara, asombrosa y demostrada vocación humanista, un sujeto poderoso y sencillo; al que estoy viendo, repito, ser interrogado en un juzgado por un delito que él asegura que no cometió.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Carlos Blanco: Presos

Puede ser infructuoso el esfuerzo por entender cómo viejos luchadores por los derechos humanos hoy los conculcan con tanta saña. Fue una tradición venezolana que los presos políticos, pasado un tiempo, con el aquietamiento de las aguas, fuesen liberados. La izquierda, incluida la que hoy se mece en el Gobierno, enarboló siempre el tema como parte de su patrimonio. Claro, se puede decir que los presos políticos son los de uno, mientras para el Gobierno son delincuentes comunes barnizados de ideología; pero no siempre fue así. Hubo épocas generosas, aun en medio de la lucha armada de los años 60; ningún gobierno democrático exigió que los presos cambiaran sus puntos de vista. Hubo sin duda violaciones de los derechos humanos, pero pronto la democracia, en esfuerzo conjunto del gobierno y de la oposición -incluida la que fue insurreccional-, encontraron caminos para procesar las diferencias. Algunos hechos terribles se sucedieron posteriormente, como el asesinato de Jorge Rodríguez, y sus autores juzgados y condenados. Hubo gente que abandonó definitivamente la lucha armada y se incorporó a la lucha democrática, pero también hubo quienes siguieron en la profecía de su fe sobre un cambio violento, revolucionario, y vivieron cómodos sin ser perseguidos; incluso, aquellos que fueron inspiradores e ideólogos del golpe de Chávez en 1992, algunos retenidos brevemente por el Gobierno fueron liberados pronto, bajo el clamor agudo de “Los notables”, casta notable de aquellos tiempos.