jueves, 5 de julio de 2012

Se busca juez, por Antonio López Ortega

Para el cuarteto de Boleíta


Se busca juez grácil, humilde, de venas por las cuales corra sangre. Se busca juez que recuerde sus años de carrera como el centro de su vocación (vocatio en latín, que no es otra cosa que escuchar la voz interior). Se busca juez que sea preferiblemente padre, que vea a sus hijos como un asomo del futuro y no como una herencia mancillada. Se busca juez que no recuerde su juventud como la edad de la inocencia, sino que sepa que en toda inocencia hay edad. Se busca juez para quien la justicia siga siendo aquella dama vendada que sujeta la balanza de platillos imperturbables. Se busca juez para quien el Derecho tenga sentido, sea el acopio de lo que la humanidad ha gestado a lo largo de centurias para que todo no sea desgracia o muerte. Se busca juez que a veces llore, aunque sea a escondidas, doliente de la injusticia. Se busca juez que crea en la belleza, porque es la belleza lo que nos salva del poder, que es siempre fatal. Se busca juez que crea en la historia, si es que la historia es el recuento de la superación progresiva de lo que Malraux llamaba la condición humana. Se busca juez que escriba bajo la luz de una lámpara, en perfecta soledad, donde sólo su conciencia opere contra el silencio y le dicte las mejores decisiones.

Se busca juez que crea en las leyes, reglamentos, disposiciones, que es el tejido con el cual una sociedad construye capital social. Se busca juez que sepa lidiar con el Estado, cuando el Estado asume para sí todas las decisiones, las que le conviene y las que no. Se busca juez inmune a las presiones políticas, que nada tienen que ver con la justicia.

Se busca juez que reconozca la nefasta tradición de los Estados todopoderosos, como los ha habido en América Latina, pues ha sido la justicia la que los ha transformado en sistemas más llevaderos de convivencia y equilibrio. Se busca juez que sepa que en democracia moderna las minorías son tan o más importantes que las mayorías. Se busca juez que, sobre todo, admita que el poder (todo tipo de poder) necesita vigilancia, trabas, críticas, límites, que son condiciones consubstanciales a la democracia. Se busca juez para quien el viejo Código Romano o la francesa Declaración de los Derechos del Hombre (o los muertos que lo hicieron posible) signifiquen algo, constituyan una mínima hazaña, sean un legado más que nos aleja de la barbarie y de tiempos oscuros. Se busca juez para quien los tribunales supremos de todas las naciones, las facultades de Derecho de todas las universidades o los tribunales supranacionales como el de La Haya, sean un indicador de crecimiento, de prosperidad, de civilidad. Se busca juez que admita que el mundo no es de animales, ni de caprichos, ni de dictados, ni de poderes ciegos, ni de verdugos, ni de asesinos. Se busca juez que sepa que su hogar no es un castillo de naipes sino un emblema de fortaleza, de rigor, de superación, tal es la dimensión humana que está detrás de tamañas edificaciones morales.

Se busca juez que no renuncie a casos, como tampoco que elija casos, como si la justicia fuera un juego de lotería. Se busca juez que no huya de la verdad, sino que la imponga y la devele. Se busca juez no quizás para estos tiempos, cuando los jueces callan, huyen o admiten sobornos, pero sí para el porvenir, cuando podremos abrazar una tradición de libertad, justicia e igualdad. Se busca juez que le devuelva los padres a sus hijos, los esposos a sus esposas, los hijos a sus padres, los amigos a sus amigos, los benefactores a artistas, músicos o escritores. Se busca juez que recuerde que en la justicia no hay minusvalía sino el más formidable de los dones que la humanidad se da para llevar el nombre que lleva: humana humanidad.

El Nacional, 05/07/2012, A7