sábado, 15 de diciembre de 2012

Víctimas y verdugos, por Francisco Olivares


La confesión que hiciera Chávez el sábado por la noche hizo olvidar al país los cientos de venezolanos que de manera injusta se encuentran tras las rejas. De un golpe el debate sobre los derechos humanos quedó enterrado y las esperanzas del advenimiento de una Navidad sin presos quedaron en el olvido. Las oraciones ahora son solo para el líder revolucionario. Sus seguidores lo lloran y nuevamente el símbolo del redentor asoma su figura en medio de la contienda política. ¿Qué pasó con el diálogo? Es una pregunta que pocos se hacen. Ya nadie se acuerda que fue el mismo Nicolás Maduro a quien designaron para abrir un espacio de diálogo y asomar una lista de presos que podrían regresar a sus hogares. Pero ahora, investido como el sucesor, tal vez no tenga tiempo para pequeñeces. Por el contrario, ha ofrecido dolor a los emprendedores convertidos en figuras malignas y sus lágrimas solo tienen un dueño.

Afiuni, Simonovis y los cuatro de Econoinvest son los emblemáticos. Ellos no están en ninguna lista porque pertenecen a otra instancia, a la del Presidente. ¿Pero si el Presidente no está qué pasará con ellos?


Afiuni, a quien se le atribuye el delito de corrupción, ya debería estar saliendo de prisión al haber cumplido tres años de cárcel. Al no tener antecedentes debió aplicársele la pena mínima, pero al parecer hay un poder más allá por encima de leyes y jueces que toma decisiones. Por el contrario, desde el Ejecutivo se anuncian nuevas acciones contra ella.

Los de Econoinvest viven una situación parecida. El 24 de noviembre cumplieron 2 años y seis meses presos. Están acusados de ilícitos cambiarios que ya todos saben que sus acciones estaban amparadas por las leyes y vigiladas por los organismos contralores. La pena para ese delito es de tres años de cárcel y por eso le agregaron otra de agavillamiento. Pero incluso con las dos juntas les corresponderían máximo tres años por tratarse de personas que no tienen ningún antecedente penal. Sería imposible descifrar qué pasa por la cabeza del juez de la causa Rodolfo Romero. De haberlos sentenciado ya deberían tener una boleta de excarcelación en la mano.

Simonovis y el resto de los policías fueron sentenciados a penas astronómicas que ni siquiera se les aplican a los más peligrosos narcotraficantes y asesinos. A aquéllos se les trata de caballeros y a éstos se les niega hasta la atención médica. Pareciera que aun sin existir pena de muerte solo saldrán a sus hogares con enfermedades terminales.

En este 12-12-12 lo menos que podemos pedir los venezolanos, es que al menos se repartan por igual las oraciones entre todos los que padecen: víctimas y verdugos.

El Universal, 15/12/2012, enlace al original