lunes, 27 de agosto de 2012

Palabras de Cierre de la declaración de Miguel Osío Zamora

Audiencia del 23 de agosto de 2012

Miguel Osío Zamora, director de Econoinvest, transcurrió cerca de siete horas explicando el carácter legal de las operaciones con títulos valores que ejecutó Econoinvest Casa de Bolsa. Sus argumentos se sustentaron en el marco jurídico desarrollado por el Gobierno Nacional —a través del Ministerio de Finanzas y el Banco Central de Venezuela—, mediante la implementación de los convenios cambiarios No. 1 y 4; y las resoluciones del Directorio del Banco Central de Venezuela que autorizaban la negociación de los TICC en el mercado secundario en bolívares, soportadas en la propia Ley Contra Ilícito Cambiarios, por la expresa excepción que el articulo 9 hace a las operaciones con títulos valores, excluyéndolas del tipo penal denominado “comercialización ilícita de divisas”.
Miguel Osío concluyó su exposición dedicándola a sus hijos Rodrigo Miguel y Ricardo Alejandro, con estas palabras:

Ciudadano Juez:
¿Para qué sirven las leyes? Las leyes tienen como objetivo darle al ciudadano seguridad jurídica; darle la certeza de obrar dentro de los parámetros de la legalidad. Y eso no puede ser solo una sensación. Tiene que ser una realidad concreta y material. Pero si no se respeta la letra de la Ley, si quienes están llamados a garantizar su aplicación y su majestad incentivan su desobediencia con falsos argumentos y teorías que, como “gandolas jurídicas”, arremeten no solo contra su contenido, sino contra su espíritu y contra los principios fundamentales que sustentan nuestro sistema penal y judicial, como los principios de legalidad, tipicidad e inocencia, ¿qué certeza de justicia y legalidad podemos esperar como sociedad? 
Como sociedad, la mejor defensa que tenemos contra los abusos de poder que surgen de la injusticia y de la arbitrariedad es la solidaridad. La indignación social. Una sociedad que vive bajo los parámetros de inseguridad jurídica y, consecuentemente, bajo la opresión de injusticias y arbitrariedades, es una sociedad corrupta e inhumana, porque fuera del territorio de la Ley y la Justicia, lo que hay es el salvajismo propio de nuestros instintos básicos. Entonces buscaremos doblegar al otro, violar los derechos del otro; seremos destructores en vez de constructores; envidiosos del éxito del otro en lugar de sus émulos; nos hundiremos moralmente, perdiendo cualquier parámetro de ética. 
Casos como el nuestro nos llevan a tener la sensación de que en nuestra sociedad reina una gran inseguridad jurídica, que intimida e inhibe el esfuerzo emprendedor de una clase media trabajadora y profesional. Y digo expresamente la “sensación” porque tengo la fe, tengo la esperanza, de que usted nos devolverá la seguridad jurídica que nos ha sido robada. 
No es concebible que llevemos más de dos años presos sin haber cometido delito alguno. Pareciera que el principio constitucional de “Se presume inocente” se ha convertido en “Se presume culpable”, convirtiendo el precepto de nuestra Carta Magna que reza: “La libertad es inviolable”, en un lejano sueño de libertad. 
¡No permita,  ciudadano Juez, que esto ocurra! La injusticia es glotona. Se devora todo y, como Saturno devoró a sus hijos para que ninguno ocupara el trono del Olimpo, la injusticia devorará no solo a quien la sufre, sino también a quien la promueve y a quien la ejecuta. Señor Juez: sin justicia no hay libertad. Sin libertad, la vida se reduce a un devenir insípido y sin sentido. En eso, señores fiscales, se ha convertido nuestra vida en estos dos últimos años. Ustedes no han perdido nada, como señalan en su exposición oral. ¡Nosotros sí! Nuestras esposas, nuestras madres, nuestros padres y hermanos, sí. Y, sobre todo, las víctimas reales de esta injusticia: mis dos hijos menores, Rodrigo Miguel y Ricardo Alejandro que, como los hijos de mis compañeros, han tenido que crecer sin su padre al lado. 
Me uno a Cervantes, cuando en voz de Don Quijote, afirma: “La Libertad, Sancho, es uno de los mas preciosos dones que a los hombre dieron los cielos; por ella se puede y se debe aventurar la vida…” 
Yo estoy dispuesto a hacerlo. Yo, ciudadano Juez, he dejado, en estas largas horas, todo mi ser por obtener la libertad que merezco. Que mis hijos merecen. Y estoy dispuesto a dar la vida para conseguirla y limpiar mi apellido para mis hijos. 
Espero, señor Juez, que usted esté dispuesto a implantar la justicia.