domingo, 8 de julio de 2012

Los presos de Giordani, por Carlos Blanco


Conocí a Jorge Giordani como compañero del V Curso de Posgrado del Cendes en la UCV. Ya entonces era un señor mayor por su comportamiento pausado y con sonrisa comprensiva de veterano. Ese curso nuestro tenía su fracción revolucionaria, de la cual yo formaba parte, en el marco de las luchas que entonces eran recientes por la Renovación Universitaria. Era el tiempo del primer gobierno de Caldera que le puso la mano a las universidades autónomas, allanó la UCV dos veces y destituyó a los que éramos miembros del Consejo Universitario -yo era delegado estudiantil- junto al rector Jesús María Bianco-. En ese marco, en 1970, iniciamos nuestro curso de posgrado. El otro sector de nuestro pequeño curso era más aplomado, con gente más tranquila, dentro de las que destacaba Giordani. Las querencias de este se dirigieron hacia el naciente MAS pero con la misma parsimonia que lo distinguía. Al cabo de los años ocurrió la mutación: el hombre se convierte en radical desencajado, convierte al Cendes en su cubil y se transmuta en un personaje que llegó a ser conocido como "El Albanés".

No tuve los detalles de esta mímesis que convierte al apacible Jorge en el furioso Enver Hoxha. Más adelante, supe que había peregrinado a Yare a conocer a quien entonces se perfilaba como un extraño íncubo que las fuerzas del orden habían recogido en el Museo Militar una madrugada de felonías. Allí parece haberse trabado la relación maestro-discípulo que tanto ha empachado a la comarca. El hombre del laboratorio teórico del Cendes por fin encontró al Benefactor de la Patria que iba a poner en práctica ideas, proyectos, alucinaciones y ardores. Baste recordar el Eje Orinoco-Apure que a estas alturas debería ser el Eje Orinoco-Amazonas-Danubio-Volga-Yangtzé. El hombre tuvo sus desencuentros muy serios con miembros del gabinete de Chávez, al punto de que uno de ellos -sí, un miembro del Gabinete- me confesó que salir de Giordani era una prioridad para relanzar la economía. Salió, regresó; salió, regresó; y se quedó.

Cuando yo era el director de la revista Primicia lo entrevisté en su despacho de ministro. Me recibió con cordialidad; con picardía me recordó mis tiempos de revolucionario, como para decirme -así lo entendí- tú tienes que estar de nuestro lado. Fue una entrevista amplia, tan franca que quedamos en hacer una segunda parte. La publicamos tal como fue, sin quitarle ni ponerle nada, pero provocó una reacción generalizada de guasa por ciertas actitudes un tanto delirantes reflejadas en el texto, pero que las dijo Giordani -y se grabaron- en amigable conversación. No hubo segunda entrevista; nunca más me atendió el teléfono.

Supe por la prensa de sus teorías. La del submarino que comenzaba a emerger de las profundidades. Más adelante lo he visto actuar con un odio terrible, inimaginable en aquel tranquilo amigo de los 70. Ha llamado escoria a quienes se oponen al Gobierno. He sabido que por su voluntad y real gana los cuatro directivos de Econoinvest están presos. Giordani tiene sus presos y por ser suyos nadie los libera.



LOS PRESOS DEL MINISTRO. Herman Sifontes, Ernesto Rangel, Miguel Osío Zamora y Juan Carlos Carvallo son estos presos. No son líderes de la oposición; no son políticos; son personas que se dedicaron a promover, fundar y desarrollar lo que fue, hasta que el Gobierno decidió ponerle la mano, una empresa exitosa. Los conocí en el marco de la promoción que ellos hacían de actividades intelectuales de alto vuelo cuyo sentido era explorar los problemas estructurales de Venezuela y América Latina. Tienen amigos en todos los sectores, incluidos los del Gobierno, no solo porque un negocio de la entidad que era Econoinvest exige una relación permanente con el mundo oficial, sino porque en realidad tienen un amplio espectro de relaciones. Son personas con las que se puede estar de acuerdo o diferir, y lo puedo decir por experiencia, pero que no colocan los desacuerdos en el campo de lo irremediable.

Estos directivos desarrollaron la más exitosa casa de bolsa del país; miles de venezolanos conocieron las prácticas del ahorro de la mano de esta empresa; negociaron títulos autorizados por el Gobierno como instrumentos para transar bolívares por dólares a un precio alternativo para el dólar que estaba determinado por un mercado distorsionado pero no regido por estos empresarios sino por circunstancias creadas por el control cambiario.

Como se puede colegir fácilmente, una empresa que desarrollaba estas operaciones, las reportaba a las autoridades financieras y al Banco Central, no anda en una conspiración fraudulenta. No sólo porque no es la naturaleza de los directivos ahora presos, sino porque la lupa que les tenían era grande.

Entonces, ¿por qué están presos? Por un conflicto interno y grave del Gobierno. El incremento del precio del dólar y el consiguiente incremento del valor de las importaciones, factor esencial en la subida inflacionaria, eran y son producto de las políticas económicas que Giordani ha promovido. ¿Cómo quitarse de encima esa responsabilidad? Echándole el muerto a quienes en el Gobierno promovieron, aprobaron, legalizaron los títulos que permitían el acceso a ese dólar "paralelo", así como a las instituciones -Pdvsa en primer lugar- que emitieron títulos que tenían las mismas características que los negociados por Econoinvest. Obviamente, era imposible que el conflicto de Jorge Giordani con Rafael Ramírez se saldara en términos de la salida de este último, porque es el que controla "la cajita" con la que Chávez lleva la felicidad a Evo y a Ortega, así como la fuente de los gratificaciones con propósitos electorales; por eso buscaron a los clásicos chivos expiatorios y les tocó, en malísima hora, a los directivos de Econoinvest.

La intervención hecha a esta empresa figurará en el récord de los horrores. El desastre de interventores que le entraron a saco a una institución que nunca tuvo o presentó problema alguno de liquidez o solvencia algún día será conocido por la opinión pública en toda su extensión.

Sin embargo, lo que más debería pesar en la conciencia de Jorge Giordani es que hay cuatro presos que son sus presos; que tienen dos años tras las rejas sin juicio; que ahora el juez decidió prorrogarles la detención por dos años más. Ni siquiera tiene la consideración de permitirles estar en sus casas mientras se desarrolla el proceso.

Cambian los jueces pero allí sigues tú, Jorge, con la guadaña en la mano vengándote ¿de qué? ¿qué íntima e inefable satisfacción te produce mantenerlos allí? ¿qué demuestras?

También he de lamentar en este escrito que muchos que saben que en este caso no hay sino una patraña, hayan preferido el silencio. No sólo los amigos que los directivos de Econoinvest tienen en el Gobierno sino algunos importantes que también tienen en la oposición ¡Qué silencio!

El Universal, Tiempo de palabra, 08/07/2012, enlace al original